domingo, 3 de mayo de 2015


No hay día en el que las consecuencias y derivas de la crisis no pasen por los despachos de los servicios sociales y que de tanto mostrarse no estén, por desgracia, empezando a normalizarse.  En su ya largo recorrido ha ido sucumbiendo a la continua paradoja en su gestión. La primera y más grave, surge cuando como reacción a la cada vez mayor demanda de recursos y prestaciones sociales, se aumentan los recortes en la cartera de los  servicios públicos básicos necesarios.
Se comienza con la teoría del ahorro y  el mantra de la austeridad gestionando iniciativas como que:
-Para afrontar la crisis, es necesario realizar ajustes. Con esta premisa,  se restringen  presupuestos, eliminan programas sociales y reduce personal no necesario. Esta norma justifica las consiguientes  acciones y nuevas paradojas.
-Sin recursos públicos suficientes y con  el aumento de las necesidades, es necesario fomentar el apoyo a la iniciativa privada. Es así como los menguados presupuestos públicos paradójicamente  se engrandecen para subvencionar los privados.
Mientras, los dirigentes  que se han presentado como garantes de la falsa salida de la crisis, convierten en estructural todo tipo de ayudas que inicialmente se concibieron como coyunturales y que se han convertido en una losa difícil de sobrellevar. De las cíclicas prestaciones  de desempleo iniciales, se ha pasado a sus demandas permanentes y los repartos de alimentos que en su día eran puntuales y periódicos, se han convertido en un programa protocolorizado, con registro exhaustivo de sus usuarios por exigencias de una comunidad europea que obligó a la austeridad y los recortes y ahora (nueva paradoja) apoya con presupuesto para alimentos. Primero provocamos el hambre y la necesidad  y ahora te doy de comer….
Todo este proceso lleva  a una  individualización de la necesidad, según la cual los riesgos y oportunidades de los individuos han de ser valoradas e interpretadas en beneficio de una estadística y control al estilo más retrógrado y benéfico, pasando de defender soluciones colectivas de las necesidades sociales a la preferencia por que se satisfagan  demandas de “seudobienestar individual”. Aparecen de esta manera, los nuevos riesgos sociales que sustituyen  la acción  inclusiva  por la redistributiva.
De esta forma  el estado de bienestar  no podrá ser sostenido en las bases de universalidad e igualdad que lo sustentan y seguirán acumulándose bolsas de vergüenza y deshumanización.
 Esto ya no es paradoja, esto se ha convertido en una burla.
      

2 comentarios:

  1. Primero provocamos el hambre y la necesidad y ahora te doy de comer... qué forma tan clara y directa de explicarlo, con esa frase se dice todo. Me parece dramático.
    Gracias por hacerlo ver una vez más, Begoña, compañera.
    Un abrazo!!

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  2. Así es Eladio. Lo peor de lo que está ocurriendo es comprobar como pretenden normalizar las desigualdades incorporando a lo profesionales del trabajo social en sus injustas prácticas valorativas. Vivimos una etapa profesional llena de desafios y retos. Creo que toca no permanecer impasibles ante estas rancias políticas sociales que están imponiendo.
    Gracias por tu comentario y tu apoyo.

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MAREA NARANJA

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