sábado, 13 de junio de 2020


        Hemos entrado en una nueva fase de relación con el Covid19. Tras el confinamiento, las esencialidades y excepcionalidades, han llegado desconfinamientos, desescaladas y ahora la Nueva Normalidad.
         Esta Nueva Normalidad nos dicen que es el camino de retorno a la antigua de nuestra vida cotidiana pero ahora condicionada a la necesidad de nuevos hábitos y  comportamientos sociales y laborales.   El distanciamiento social,  las medidas de seguridad, protección e higiene serán el marco de nuestras actuaciones. 
         La mayoría de los  profesionales de los  servicios sociales desde el primer momento del confinamiento, hemos estado  realizando  trabajo no presencial, atendiendo a través del hilo telefónico. Han sido  tres meses recibiendo y haciendo llamadas a  nuestros usuarios, valorando sus necesidades, intuyendo lo que albergaban sus silencios y   escuchando los relatos de sus confinamientos con la  nueva modalidad de trabajo bajo el código ERTE, que les  deja  patente su incierto futuro.
         En todo este proceso del camino hacia la Nueva Normalidad a todos nos importa el qué y para qué  pero adquiere gran significado el cómo. Veamos. Pongámonos en la piel de usuario que se acerca al a los servicios sociales, con la obligada mascarilla,  entre alfombras de desinfección y secado, flechas de señalamiento de ida y vuelta ,recibido por una  persona que le toma la  temperatura , le ofrece el gel de desinfección y lo conduce al despacho del profesional que los recibe tras una nueva pantalla, con categoría de mampara , y tras esta visualiza a su trabajador/a  social también con mascarilla dispuesto a explorar las escaladas y desescaladas de su Nueva Normalidad. Y en  las visitas domiciliarias, presentándonos enfundados en batas, mascarillas y guantes, algunos usuarios desconfiados y susceptibles quizás se muestren  más escépticos e inseguros. Otros se acostumbrarán a nuestro nuevo traje y pronto lo verán normal.
         Hay que reconocer que  no es esta Nueva Normalidad, la más idónea para valorar dependencias, exclusiones y vulnerabilidades y que los limites en la relación profesional  se convierten en  obstáculos y símbolo de “anormalidad”, más que de normalidad.
                  Y para ejemplo el del mi primera atención  en la  esta nueva Normalidad. Una mujer  me habla tras su mascarilla, de su depresión, del maltrato psicológico recibido por parte de su ex pareja, de su no denuncia por miedo, del dolor de la mentira, de su presente  en soledad, sin medios económicos, de su  tratamiento psicológico y de su incierto futuro. Pregunta por el trámite de la prestación solicitada. Cuando le comunico la concesión de la misma, veo en una  cara que no conocía hasta ese día, como después de tanta angustia, sus lágrimas empapan la mascarilla que le sirve de dique de contención y la  hace inservible en un momento. “Qué protección tan innecesaria para esta situación “, me digo. Este virus no sabe de sentimientos… La  invito  a que aparte la mascarilla para dejar fluir sus lágrimas sin obstáculos. Cuando lo hace, por primera vez veo por completo una cara que había imaginado distinta en conversaciones telefónicas mantenidas durante el confinamiento. Retirarla  le proporcionó una mayor dosis  de dignidad y libertad y quitar la mía ayudó a hacer  más humana la atención profesional.
         Esta Nueva Normalidad estoy segura que nos obligará en muchas ocasiones como esta a prescindir de las  imprescindibles mascarillas  para ejercer la verdadera normalidad del trabajo social.

MAREA NARANJA

MAREA NARANJA
Pincha aquí

Este blog forma parte de la BlogTSfera

Este blog forma parte de la BlogTSfera
Pincha para entrar
Con la tecnología de Blogger.

Entra aquí

Traductor

Seguidores