Hubo
un tiempo en el que el estado del bienestar era sólido, firme, fuerte y fluido
y en el que el trabajo social sostenía
su estructura y práctica con razonamientos mucho más seguros y eficaces.
Hubo
un tiempo en el que la acción social dejó de ser benéfica para ser portadora de
derechos sociales y no se sometía a más
intereses que a los de una ciudadanía que buscaba el reconocimiento de sus
derechos.
Hubo
un tiempo en el que las administraciones que gestionaban las políticas sociales fomentaban el servicio
a la ciudadanía y permitían a sus
profesionales que ejercieran su responsabilidad ética sin presiones ni
coacciones.
Hubo
un tiempo de mayor compromiso profesional y menor sometimiento a la desidia y la inacción de las políticas clientelistas que convierten a trabajadores capaces en funcionarios serviles.
Hubo
y hay nuevos tiempos en los que las acciones benefactoras son la base de la
acción social y a los/as trabajadores/as
sociales se les delega únicamente
la distribución de recursos
reduccionistas y propagandistas.
De nuevo la caña y el pescado se hacen protagonistas
de las políticas sociales pero con importantes modificaciones: se deja de adquirir cañas, para
invertir solo en distribución de pescado. Y “los consumidores” de los actuales servicios
sociales, surtidos de pescado, al pedir
su caña para aprender a pescar por sí mismos, se encuentran con las existencias agotadas, las estructuras
sociales fragmentadas y a los trabajadores minimizados.
Cuando
el estado del bienestar era sólido, sus profesionales eran fuertes, útiles y
empoderaban a la ciudadanía. Pero cuando
la acción social se ha coagulado y anquilosado, muchos de estos profesionales se han acomodado en un
escenario que no les representa, viendo administrar recursos de forma injusta e irresponsable, disculpando incompetencias con
complicidades y haciendo como que no se ve.
Hubo un tiempo en el que estado de bienestar era sólido.
Nuevos tiempos nos obligan a recuperarlo, a
recuperarnos….
PD: Tanto el título como el contenido de este post
me lo ha inspirado un libro que he leído
recientemente y recomiendo. Se trata de “Todo lo que era sólido” de Antonio
Muñoz Molina
Begoña, estoy de acuerdo con lo que planteas sobre la deriva de los Servicios Sociales hacia la beneficencia y cómo esa "modernidad líquida" que define Zygmunt Bauman también nos ha impregnado a nosotros. Sólo una pequeña apreciación: nunca fuimos demasiado sólidos. Comparto.Saludos.
ResponderEliminarTienes razón Pedro en que no ha sido precisamente la solidez la que nos haya identificado pero creo es justo tener presente las acciones de todos los profesionales que han luchado para construir bases sólidas .Si bien es cierto que se puede hacer mucho más. Es bastante decepcionante ver como se dejan pasar por delante tantos improperios como los que estan ocurriendo y sentir que no se hace lo suficiente.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y compartir.