De
nuevo acude a este rincón del Vademecum, Benita Ferro Viñas, con una entrada para la reflexión en torno a la autonomía personal de nuestros usuari@s y
las circunstancias y dilemas que nos surgen en el tratamiento de la información
que nos transmiten.
Con las verdades invisibles que reseña en su artículo, ocultando a veces realidades incómodas, los
silencios cómplices que pueden surgir en
el proceso de intervención y el compromiso ético en torno a las autonomías
decisorias de nuestros usuarios, Benita nos deja servido un importante debate.
Gracias Beni por tu
aportación y ayudarnos con ella a
"salir de la zona de confort" para cuestionar y cuestionarnos.
LA AUTONOMÍA INFORMATIVA EN LA ENCRUCIJADA ÉTICA:
LAS VERDADES INVISIBLES
La época primaveral es
el momento idóneo para depurar toxinas éticas y sugerir soportes visuales terapéuticos
y reflexivos en la gestión de la autonomía personal del usuario en el proceso
de intervención social.
El tratamiento de la autonomía informativa del usuario de
servicios sociales puede ser un hervidero de conflictos éticos en la práctica
del trabajo social. Incluso podemos llegar a ser cómplices los profesionales de
un
silencio que puede llegar a ocultar una verdad incómoda; y esto
no es un thriller, aunque presente matices de intriga y cierto suspense.
La autonomía informativa presupone al
usuario como agente activo y dinámico en
la intervención social; pero en la práctica del trabajo social nos surgen
conflictos éticos a los profesionales en relación con esta presunción. Uno de
los más cotidianos se presenta cuando intervenimos con personas discapacitadas
sociales, es decir, personas que no presentan patologías asociadas para ser reconocidos
como discapacitados y son perfectamente conscientes de la realidad, pero sí
carecen de algunas habilidades para autogestionar sus decisiones vitales. El dilema que se nos presenta surge con la siguiente pregunta:
“¿cuestionamos
nosotros su autonomía, o tomamos la
dirección contraria a nivel ético y metodológico y promovemos su capacidad de
decisión? La opción más compleja
para el profesional es la segunda y supone al mismo tiempo un reto ya que
implica salir de la zona de confort y descubrir las infinitas posibilidades de
la zona de aprendizaje en la intervención social; sirviendonos así de apoyo
reflexivo y terapéutico liberador de toxinas éticas preconcebidas, siendo además promotor
de cambio en los esquemas rígidos e inflexibles. Os propongo como soporte visual la película Patch Adams, "El médico de la
risa”, (1998)
Pero la toxicidad ética puede seguir
aumentando cuando recogemos y sintetizamos
la información confidencial del usuario, al entender que su autonomía
nos condiciona a la hora de resumir y contrastar la información que a él
le compete. En estos casos, puede dispararse el nivel de toxinas, si no
se contrasta adecuadamente la información por diversos motivos, o incluso
llegamos a ser cómplices de la denominada "Conspiración de silencio"”(2014),
título de la película que os sugiero
como escenario reflexivo para este debate.
Resulta evidente que las verdades invisibles pueden ocultar
realidades incómodas, pero es un compromiso ético y moral de los
profesionales del trabajo social reflexionar y visibilizar esta información
para conseguir consolidar prácticas que refuercen la autonomía decisoria del
usuario en relación con su información personal, desterrando enfoques más
tradicionales en los que la información tiene un valor meramente instrumental.
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