Cada día va al colegio en transporte
de discapacitados. Sus especiales necesidades requieren ayuda y supervisión
continuada. Le gusta estar con sus compañeros y salir al recreo a jugar con
ellos. Muchos días sus profesores le privan de hacerlo alegando no poder estar
pendiente de él por ser muchos los niños que han de atender. Es entonces cuando
comienza a cantar. Alza su entrecortada voz y sorprende a todos entonando: “mi
carro me lo robaron estando de romería, mi carro me lo robaron anoche cuando
dormía”, dónde estará mi carro, donde estará mi carro?”….
Sus padres lo recogen en el colegio con una nota de queja del profesor
comunicando que “distorsiona” la dinámica del aula. Se sorprenden porque nadie
ha enseñado a cantar a su hijo y tampoco nadie de su familia canta ni escucha a Manolo Escobar. Pero él si lo hace y su
canción no es otra que la de “Mi carro”.
Las ganas de jugar y de estar con los otros niños se las roban como al carro de Manolo Escobar.
Por eso se rebela y canta, canta y canta
esta canción y no otra. Así se hace escuchar y cuando lo escuchan no lo oyen,
se quejan.
A menudo el problema no
está en el niño que no entiende sino en quienes cuando canta su canción no descifran la letra.
Os dejo con Adrian Martin Vega, niño con hidrocefalia que también se hace oir de esta forma tan especial
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