jueves, 17 de julio de 2025

Confidencialidad en la Farmacia: ¿derecho vulnerado o costumbre aceptada?

Un día cualquiera en la farmacia.  Acudo a pedir un apósito para una herida que no termina de cicatrizar. Toca esperar. Son muchas las personas que esta mañana de verano necesitan ser atendidas. Durante la espera observo la diversidad de quienes están en la fila. Escucho sus comentarios y constato que la mayoría están de vacaciones, unos acompañan a sus mayores para recoger la medicación prescita por su médico de cabecera y otros sacan dos o tres tarjetas sanitarias para recogerla en nombre de sus familiares.

            Sin pretenderlo me voy enterando de las enfermedades que padecen cada uno de los que me preceden y sus tratamientos. El protocolo habitual de atención en muchas farmacias carece de confidencialidad: el farmacéutico u auxiliar, solicita la tarjeta sanitaria, la introduce en su ordenador y lee en voz alta la medicación disponible tal y como que aparece en la pantalla.” Tienes disponible la del colesterol, la de la tensión, el protector gástrico, la de la artrosis, la del corazón, el diurético, la de la diabetes, para el  sueño, el calcio, el antinflamatorio, la de la alergia, el colirium. .....”  El profesional menciona   el nombre de cada medicamento que generalmente el usuario ya conoce. Pero si no es así, lo explican detalladamente para evitar confusiones. Es así como todos los que esperamos terminamos sabiendo que enfermedades padecen quienes están delante de nosotros.  En algunos casos, incluso oímos si el tratamiento está funcionando, cuando el farmacéutico le pregunta directamente al paciente. Todo esto sucede sin ningún tipo de filtro. 

Nadie parece recordar aquellos tiempos en que los pacientes llevaban los recortes de la caja del medicamento evitando   exponer su estado de salud ante todos los presentes. Hoy en día este protocolo de lectura pública de la medicación personal está tan normalizado que el concepto de confidencialidad parece haber desaparecido.

Entonces la protección de datos ¿dónde ha quedado? ¿es este sistema el que realmente queremos o simplemente el que se nos ha impuesto?  ¿Deseamos que se respete nuestra intimidad o, por el contrario, estamos normalizando voluntariamente la exposición de información personal para que un tercero la divulgue sin reparos?

Si revisáramos nuestros derechos en cuanto a la confidencialidad veríamos que se incumplen con frecuencia: en farmacias, como en este caso, pero también en mostradores de entidades bancarias, centros sanitarios, o cualquier otro lugar donde, sin solicitar nuestro consentimiento previo, se nos piden datos personales y sensibles, como el motivo de nuestras consultas, nuestro número de DNI , dirección ó teléfono, en presencia de otras personas.

Si queremos confidencialidad no debemos de ser cómplices de su vulneración. No podemos seguir facilitando datos personales sin la protección adecuada, permitiendo que se divulguen con una “naturalidad desnaturalizada “y una ausencia total de ética.

La confidencialidad y la protección de datos son un derecho legal (El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) y la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales son claros: los datos de salud pertenecen a la categoría más sensible de información personal y requieren el máximo nivel de protección).  Su vulneración en contextos como los referidos no solo expone información sensible, sino que refleja una preocupante normalización de prácticas que ignoran la privacidad individual.

Es necesario replantear los protocolos de atención, promover la formación del personal en buenas y adecuadas prácticas de protección de datos, y fomentar en la ciudadanía una actitud crítica y exigente con respecto a su intimidad. De lo contrario, normalizaremos la exposición de nuestra vida personal como parte de lo cotidiano.