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en este Vademecum una serie de entradas
basadas en la relación profesional con
diferentes tipologías de usuari@s y situaciones
creadas en el proceso de intervención con motivos de reflexión que me permiten dibujar
escenarios que para muchos seguro no le son ajenos. Espero que los síntomas de
las disfunciones y malestares, las asepsias,
procesos de rehabilitación y bienestares que aquí se describan, nos
identifiquen y encuentren en el día a día de nuestros trabajos y permitan reconocernos
en nuestras aventuras, emergencias, infortunios, potencialidades y carencias
profesionales.
En el ejercicio del trabajo social no
es lo más habitual ser Dios. En los
tiempos que corren muchas veces te pueden
convertir más en demonio que otra cosa. Puede, no obstante, ocurrir que
te sorprenda un día alguna persona elevándote a los altares y vean en tu cara al
mismo Dios bajado de nuevo a la tierra
y no
precisamente por haber hecho ningún milagro sino al presentarse ante ti
un usuario que bajo los efectos del desayuno de hierbas y secuelas del sermón
de un bienintencionado obispo evangélico, recibe la concesión de la prestación
económica solicitada.
La familia en cuestión que de repente
te eleva de rango, no es prototipo de esfuerzo ni ejemplo de inserción social y
laboral. Su deficitaria situación nunca ha sido coyuntural. Se desenvuelve a la perfección en
la demanda de servicios sociales, hacen historia de sus trapicheos, con separación
matrimonial incluida para percibir cada cónyuge por su parte prestación
económica en concepto de padres separados. Quiere el destino que el nuevo embarazo de la mujer delate su “aparente
separación”, la familia aumente, sus necesidades se acrecienten y la prestación
que urge, un día por fin se resuelva y se presenten en tu despacho :”que me lea
la carta, que no la entiendo”, le relates su concesión y cuantía ( la máxima
en este caso por ser ya familia numerosa) y en medio de tu explicación percibas
la alegría y el júbilo de la pareja y sientas como todo lo que le indiques para el proceso
de seguimiento de “sus males”, le sienta bien, que no exista ningún
impedimentos a los cumplimientos que la
prestación les obliga. Es en este momento cuando el profesional se convierte en
Dios: Maria, le dice el marido a su mujer “me está hablando Dios”. Mira que una
ha recibido acepciones en su vida laboral, pero esta ha sido extraordinaria.
Sin quererlo nuevo título, un ascenso y ni más ni menos que a los cielos.
En este estado divinidoso me he
mantenido un tiempo, divinamente tratada por María y su cónyuge, hasta que un
día uno de sus compromisos no se cumple
y la cita obligatoria a la oficina de empleo deja de hacerse, surgen
enfermedades injustificadas varias… teléfono que no funciona… llamadas que no reciben… y la prestación se
le suspende. En un pis pas, la trabajadora social es bajada del cielo al
infierno y se convierte en demonio. “Esto nos pasa por hacerle caso a la
asistenta que nos obligó a juntarnos cuando nació la niña”. Así de sencilla y
lógica su justificación.
Si un día te sorprenden elevándote fácilmente
a los altares, no te sorprendas en la bajada a los infiernos tiempo después, porque
no es fácil “ser Dios” en esta profesión. Mejor que nos pillen confesados para
descender bien preparados.