Las jerarquías en el trabajo han existido siempre. En cualquier organigrama parece ese personaje
clave llamado jef@, encargado de dar instrucciones, repartir responsabilidades
y organizar quien hace qué. Pero para que este rol funcione, no basta con saber
mandar: hace falta acercarse a la gente, ser
flexible, empatizar. Dar órdenes es fácil; lo complejo es liderar desde la
cercanía, adaptarse a quienes tenemos delante, entender sus necesidades y
actuar con criterio humano.
Con
el tiempo se ha comprobado que, además de las habilidades técnicas de cada directivo,
la humanidad marca una gran diferencia. Se espera de ell@s que expliquen bien
los procesos, definan criterios coherentes, acompañen a sus equipos, estén
disponibles cuando hace falta y mantengan un trato cercano y empático.
Últimamente
están apareciendo jef@s que parecen haber sido sustituidos por versiones beta
de robots administrativos. Comienzan a observarse modelos de liderazgo que
adoptan patrones propios de una inteligencia artificial rígida y artificiosa. Activan
protocolos estándar como si tuvieran botones preprogramados y responden con
frases tan enlatadas que uno no sabe si está hablando con su superior o con un
asistente virtual de tienda online.
Cuando un emplead@ busca orientación, lo que recibe es un “mensaje tipo”
que podría haber salido igual de Siri, Alexa o un chatbot recién instalado. Y
claro, así es imposible dialogar o plantear una pregunta fuera del guion.
El/la trabajador/a termina sintiéndose teledirigido
por un sistema de respuestas automáticas, sin espacio para matices ni
comprensión real. Y ante ese vacío emocional y profesional y esta carencia de comprensión
generado en este tipo de liderazgo, much@s emplead@s recurren a herramientas de
inteligencia artificial en busca de orientación. En ellas encuentran respuestas
contextualizadas, adaptadas a sus preguntas, estructuradas según sus
necesidades y expresadas con claridad, precisión y cercanía. Este contraste
evidencia la paradoja contemporánea: la tecnología muestra rasgos de
“humanización” que algun@s jef@s han ido abandonando.
La consecuencia es evidente: mientras las máquinas
avanzan hacia modelos de interacción más empáticos y personalizados, ciert@s
jef@s se automatizan hasta perder su dimensión humana.
La tendencia es imparable. O l@s jef@s adoptan estilos
de liderazgo inteligentes, adaptativos y humanos, o la inteligencia artificial
terminará ocupando funciones que antes se atribuían exclusivamente al liderazgo
humano.
