miércoles, 5 de marzo de 2014




           Recientemente un dirigente de la ya consolidada “oposición de la oposición” (ellos se denominan partido gobernante) calentando motores para las elecciones europeas, inició  su argumentarío, justificando sus políticas de recortes y la buena dirección por la que caminamos. Y nos dejó bien claro sus nuevas intenciones: “nunca, nunca, nunca (lo repitió tres veces como San Pedro) olvidaremos a la gente que más necesita”, “ahora es el momento de la recuperación de las familias”. O sea, que tras desestructurar las familias, diezmar sus economías, saquear sus viviendas y hurtarles los servicios más esenciales, se ponen manos a la obra para recuperarlas. Hay que  fastidiarse. Primero te matan y luego te resucitan, sin grandes gastos sanitarios, ni anestesia, que el muerto no siente….
          Y ¿cómo sacar de la crisis a quienes lo  han perdido todo y sobreviven entre graves carencias económicas, depresiones, angustias e impotencias?  Pues, que se pasen por los servicios sociales a gestionar las  ayudas de emergencia “surtidas  de presupuestos” para la recuperación de sus causas.
Efectivamente, estas  familias que ahora pretenden recuperar están pasando por la unidad de cuidados intensivos de los servicios sociales todos los días. Llegan llenas de hipotecas y alquileres impagados, sin trabajo ni prestaciones básicas que las dignifiquen. Cuando entran en nuestros despachos, lo primero que se percibe es  su vergüenza por  haber tenido que acudir  hasta allí, recibimos las  miradas de personas que nunca te hubieran deseado conocer, sus impotencias con la falta de palabras de unos y la verborrea y rabia de otros.
Es entonces cuando l@s trabajadores de los  servicios sociales adquirimos una gran responsabilidad  con nuestras fortalezas y “poder” en el proceso de ayuda. Convivimos  con experiencias de injusticias ligadas a las estructuras de poder y es en este contexto donde  hemos de conjugar  nuestro “saber profesional con “el saber hacer”.
Ese  poder se basa  , como ya que referí en una  anterior entrada (ver),en dar a l@s usuari@s “la información necesaria sobre las disposiciones legislativas y administrativas y sobre los derechos ,deberes, ventajas, desventajas, recursos y programas pertinentes” obviando indicaciones que alguna vez hemos tenido que oír con expresiones tales como: “cuantas menos explicaciones mejor. Hay que  informar de lo estrictamente necesario”.
La información da poder y en el poder de nuestros “saberes profesionales” radica la seguridad, certidumbre y capacidad de elección que necesitan las familias que necesitan ayuda.
Un poder mal ejercido, autoritario, disuasorio y enjuiciador, puede, por ejemplo, llegar a etiquetar a las personas que acuden a los servicios sociales solicitando ayudas económicas en “estafadores en potencia”. Esto se traduce en  una práctica  de estrictas justificaciones y convivencia con las injusticias sociales que algunos poderes establecidos realizan en las distintas administraciones públicas y/ó privadas. En definitiva las fortalezas y el poder  del trabajo social bien ejercidas potencia las posibilidades de elección y  de cambio de nuestr@s usuari@s.
 Los  principios básicos de libertad y dignidad en las que se basan nuestras acciones profesionales, deben también  formar parte  de nuestra idiosincrasia personal  y ser  pilares en los que radique nuestro poder y haber profesional. Seremos eficaces en la medida que más libertad y dignidad ejercitemos.


MAREA NARANJA

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