martes, 29 de agosto de 2017
Inicio en este Vademecum una serie de  entradas basadas en la relación profesional  con diferentes tipologías de usuari@s  y situaciones creadas en el proceso de intervención  con  motivos de reflexión que me permiten dibujar escenarios que para muchos seguro no le son ajenos. Espero que los síntomas de las disfunciones y malestares, las asepsias,  procesos de rehabilitación y bienestares que aquí se describan, nos identifiquen y encuentren en el día a día de nuestros trabajos y permitan reconocernos en nuestras aventuras, emergencias, infortunios, potencialidades y carencias profesionales.

         En el ejercicio del trabajo social no es lo más  habitual ser Dios. En los tiempos que corren muchas veces te pueden  convertir más en demonio que otra cosa. Puede, no obstante, ocurrir que te sorprenda un día alguna  persona  elevándote a los altares y vean en tu cara al mismo  Dios bajado de nuevo a la tierra y   no  precisamente por haber hecho ningún milagro sino al presentarse ante ti un usuario que bajo los efectos del desayuno de hierbas y secuelas del sermón de un bienintencionado obispo evangélico, recibe la concesión de la prestación económica solicitada.
         La familia en cuestión que de repente te eleva de rango, no es prototipo de esfuerzo ni ejemplo de inserción social y laboral. Su deficitaria situación nunca ha sido  coyuntural. Se desenvuelve a la perfección en la demanda de servicios sociales, hacen historia de sus trapicheos, con separación matrimonial incluida para percibir cada cónyuge por su parte prestación económica en concepto de padres separados. Quiere el destino que el  nuevo embarazo de la mujer delate su “aparente separación”, la familia aumente, sus necesidades se acrecienten y la prestación que urge, un día por fin se resuelva y se presenten en tu despacho :”que me lea la carta, que no la entiendo”, le relates su concesión y cuantía ( la máxima en este caso por ser ya familia numerosa) y en medio de tu explicación percibas la alegría y el júbilo de la pareja y sientas  como todo lo que le indiques para el proceso de seguimiento de “sus males”, le sienta bien, que no exista ningún impedimentos  a los cumplimientos que la prestación les obliga. Es en este momento cuando el profesional se convierte en Dios: Maria, le dice el marido a su mujer “me está hablando Dios”. Mira que una ha recibido acepciones en su vida laboral, pero esta ha sido extraordinaria. Sin quererlo nuevo título, un ascenso y ni más ni menos que a los cielos.
         En este estado divinidoso me he mantenido un tiempo, divinamente tratada por María y su cónyuge, hasta que un día  uno de sus compromisos no se cumple y la cita obligatoria a la oficina de empleo deja de hacerse, surgen enfermedades injustificadas varias…  teléfono que no funciona…  llamadas que no reciben… y la prestación se le suspende. En un pis pas, la trabajadora social es bajada del cielo al infierno y se convierte en demonio. “Esto nos pasa por hacerle caso a la asistenta que nos obligó a juntarnos cuando nació la niña”. Así de sencilla y lógica su justificación.
         Si un día te sorprenden elevándote fácilmente a los altares, no te sorprendas en la bajada a los infiernos tiempo después, porque no es fácil “ser Dios” en esta profesión. Mejor que nos pillen confesados para descender bien preparados.

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MAREA NARANJA

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