En el último número de
la revista de Servicios Sociales y Trabajo Social centrado en el trabajo social
crítico, aparece un excelente artículo firmado por Inmaculada Asensio Fernández,
con el título “Reflexión
crítica sobre la desvalorización institucional de la profesión de Trabajo
Social en el tratamiento de las Adicciones” (ver enlace) ,cuyo contenido me ha dado motivo de comentario y
análisis a través de este post.
Realiza su autora una
introducción refiriendo los orígenes del trabajo social, nuestro bagaje y la
conformación profesional con el reciente reconocimiento como profesión de
referencia en los servicios sociales. Resalta como, aun así, nuestra profesión sigue
teniendo déficits en el reconocimiento por parte de otros profesionales y
profesiones afines.
La experiencia de
desvalorización del trabajo social que Inmaculada relata en su artículo enmarcado
en el entorno institucional del tratamiento de las adicciones, se puede
trasladar a otros muchos campos institucionales tanto públicos como privados.
Pero son escasos los profesionales que lo reflexionan, denuncian y divulgan
como lo hace ella. No cabe duda de su acto de valentía, pero creo que lo que
más la caracteriza es el acto de responsabilidad profesional y un gran
ejercicio de ética aplicada.
Analicemos esta aplicación
ética desde los principios y articulado de nuestro código deontológico, ese
“vademécum social” que hemos de tener como referente en el ejercicio de nuestra
actividad diaria, sin olvidar que el resto de los profesionales que conforman
el equipo de trabajo que referencia en el artículo su autora, también disponen
de sus propios códigos deontológicos y que para todos ellos son instrumentos
necesarios en el buen hacer profesional.
En la relación entre
profesionales, los códigos deontológicos profesionales, establecen la necesidad
de profesionalidad, coordinación, intercambio de conocimientos para mejorar la
intervención y el respeto recíproco entre profesionales en el ejercicio de sus
actuaciones. Se indica, además, la conveniencia de comunicar a los responsables
y/ó directivos de las instituciones para las que se trabaja todo aquello que
obstaculiza su labor profesional desde la responsabilidad principal hacia las
personas que se atiende y ante la precepción de vulnerabilidad de sus derechos,
proponer los cambios, procedimientos y actuaciones necesarias a la institución
para la que se trabaja.
Es sin duda un acto de
responsabilidad profesional el que realiza Inmaculada, tras quedar patente
hechos de vulnerabilidad de los usuari@s que atiende y manifestarse la desvalorización
que de sus actuaciones realizan el resto de los profesionales que conforman el
equipo de trabajo.
Primer indicio de
desvalorización profesional:
Vulneración de derechos profesionales. Cuando desde su
inclusión en la unidad de trabajo, se le reserva un espacio carente de las
condiciones adecuadas, visualizándose más que un despacho de trabajo, un lugar
donde “ha sido despachada”, impidiendo proporcionar la adecuada atención a los
usuari@s del servicio.
Segundo indicio de desvalorización profesional
Miembros de su
equipo de trabajo le asignan funciones de otra profesional (auxiliar de
clínica en este caso), cuando dicha auxiliar está ausente. Queda evidente el
ejercicio de funciones jerárquicas que no corresponden y como se propicia
usurpación de funciones profesionales. En este caso con categoría diferente y
manifiesta motivación de desvalorización de las funciones propias del trabajo
social.
Tercer indicio de desvalorización profesional
Minimizar las acciones profesionales que realiza:
trabajo centrado en la persona y su entorno, coordinación con otras
instituciones, trabajo en red para propiciar el bienestar e integración de los usuari@s
afectados, ignorando de esta forma, las funciones que le son propias en el
campo de las adicciones.
Cuando otro profesional del equipo determina a motu
propio, que el trabajador@ social “se centre en sus paguicas” y cuestiona la
información y gestión que se le realiza a los usuari@s y su sistema de
coordinación, ese profesional está incurriendo en perjuicio y desvalorización
incumpliendo claramente su propio código deontológico.
Y cuando se
realiza una dinámica de trabajo unidireccional
y de forma vertical con claros tintes de intento de subalternidad, la desvalorización
entra en una peligrosa progresión.
Es principio básico en el abordaje del trabajo social
“la promoción integral de la persona, considerándola como un todo, desde sus
capacidades potenciales y los múltiples factores internos y externos circunstanciales.
Supone superar visiones parciales, unilaterales, así como integrar la
intervención a través de la interprofesionalidad” (Art 7, 7 del Código
Deontológico de TS).
Si se ignora este principio, como así se nos ha
relatado, es lógico que las tensiones y conflictos se agranden y la ética se
cuestione, teniendo necesidad de dirimir soluciones en el ámbito externo,
optando por la propuesta al responsable de la institución de la creación de un
Comité de Ética, como herramienta de apoyo esencial para romper esta progresiva
cadena de desvalorización.
La falta de empatía e ignorancia ética quedan
expuestas en la respuesta que realiza el responsable institucional, alegando
que “la deliberación ética parece ser más útil para personas que no tiene mucha
experiencia profesional”. Es aquí donde la
desvalorización profesional llega a su cumbre y triunfa.
El desprestigio profesional, abuso de poder y
desvalorización de los principios y funciones de la profesión pueden llevar al
desgaste y/ó anulación de los profesionales que la ejercen, o llegar a la
adaptación sin cuestionamientos. El reto es el ejercicio del trabajo social
crítico y reivindicativo en la aplicación ética, que como sabiamente dice Adela
Cortina, no se quede en “la cosmética, porque los maquillajes mejoran el
aspecto de las personas durante un tiempo, pero no las transforman por dentro”.
Enhorabuena Inmaculada por ejercer el trabajo social
crítico y reivindicar los valores y principios éticos de nuestra profesión
demostrando que nadie es más que nadie en la defensa de los derechos y la
dignidad humana.